¿Siguen realmente los Arizona Cardinals manteniendo opciones de ganar la Superbowl o, por el contrario, es este un proyecto agotado? La lógica nos hace distinguir que la respuesta correcta es la segunda. El equipo viene de una temporada decepcionante (7-8-1), al igual que Carson Palmer, que además de ser un año más mayor los susurros acerca de una posible retirada suenan cada vez más fuerte, las grandes necesidades de la plantilla no han terminado de cubrirse en condiciones y por si no fuera suficiente, han perdido jugadores importantes en el mercado de la agencia libre.

Cabría pensar entonces que Arizona está más cerca de un derrumbe total y una temporada 2017 con un record aún pero, que de tener expectativas reales de clasificar para playoffs. Calma. A lo mejor no es todo tan feo como deja entrever la primera impresión, y por lo menos yo, no me atrevo a enterrar de cuerpo entero a un conjunto que hace un año y medio estaba jugando una final de conferencia y que cuenta en sus filas con varios jugadores que estarían en la discusión acerca de si son los mejores en sus respectivas posiciones.

Solo es una sensación, no hay ningún parámetro tangible que me ayude a fundamentar esta idea, pero creo que el inicio de campaña que completen será clave en el resultado final. Si salen del primer mes y medio con un balance positivo, que les permita mirar, aunque sea de reojo, a sus archienemigos los Seattle Seahawks, a buen seguro que estarán dando guerra hasta el final, y a lo mejor la división les queda un poco lejos, pero por qué no luchar por una plaza de Wildcard. Si bien en 2016 no jugaron al nivel que se les presuponía, es necesario comentar que la suerte no les acompañó en ningún momento, y como bien ha dicho Palmer, “perdieron algunos partidos de manera extraña”.

Venero a Bruce Arians, es uno de mis entrenadores fetiche, la agresividad y el hambre con el que juegan sus equipos es admirable, aunque en ocasiones les acabe pasando factura. No me imagino a un Arians que no esté convencido de que cuenta con un grupo ganador, y aunque no elude el hecho de que la ventana de victoria que tienen con Palmer cada vez es más pequeña, va a agarrarse a un clavo ardiendo hasta que esta termine de cerrarse.

David Johnson, vía dynastynerds.com

La temporada pasada el ataque no logró alcanzar en ningún momento un juego de pase sostenido, pero como recompensa, vivió la explosión definitiva de un jugador que está llamado a ser una súper estrella durante muchos años, David Johnson. El running back fue una de las mayores atracciones de la liga y demostró que es uno de esos pocos especímenes sobre los que puede sustentarse prácticamente la ofensiva de un equipo.

El chaval es una bestia, hace de todo y todo bien. Su simple presencia en el backfield compromete defensas rivales. La potencia y tren inferior que posee es algo impresionante, lo que le permite romper el interior de la línea defensiva y ganar yardas después del primer contacto. Pero también cuenta con una gran velocidad, la cual apenas pierde con sus cambios de dirección endiablados, que le ayudan a ser un peligro constante en carreras exteriores o jugadas pantalla. Y por si esto fuera poco, como receptor no tiene desperdicio. No solo puede recibir pases cortos y checkdowns, sino que también está capacitado para jugar abierto como un receptor más. Ah, y además sabe bloquear cuando la jugada lo requiere. Este chico es un genio.

Tener un jugador de tales dimensiones palia en cierta medida las carencias que se arrastran en el resto de posiciones de ataque. El cuerpo de receptores tiene un talento limitado del que solo se puede rescatar al eterno Larry Fitzgerald. El que este año es el WR2, John Brown, ha tenido más sombras que luces y no termina de cuajar. A partir de aquí hay un vacío que está por ver quién lo cubrirá. Personalmente tengo esperanzas puestas en el rookie Chad Williams, aunque el trabajo que tiene Arians con él por delante no es nada fácil, pero como punto a favor está que el head coach ya ha demostrado ser un experto en formar grandes receptores a partir de prospectos que no son de primer nivel.

La línea ofensiva es la unidad que mayor incertidumbre me genera, ya que cuenta con jugadores que pueden hacer una gran labor pero que tuvieron un 2016 desastroso. La gerencia ha reforzado la unidad con un par de jugadores vía draft, pero la función de estos, por lo menos este primer año, no será más que hacer fondo de armario. El movimiento de DJ Humphries al lado izquierdo debería fortalecer la protección del quarterback, la cual la temporada pasada fue casi inexistente y para mí la razón más importante del rendimiento que ofreció Palmer, quien fue duramente golpeado en todos y cuada uno de los encuentros (recibió 40 sacks).

Carson Palmer encajando un sack, vía KOMO News

El mariscal fue muy criticado y casi defenestrado por la imagen que dio. No puede negar la evidencia y tratar de convencer de que jugó bien porque no lo hizo. Pero tampoco creo que estuviera tan mal como se quiere vender. Debemos tener en cuenta que el apoyo que recibió por gran parte de los compañeros de ataque fue casi nulo a excepción de los ya mencionados Johnson y Fitzgerald. Aunque los Cardinals deben ir pensando en encontrar un substituto en la posición debido a que su carrera está llegando al ocaso, soy de la opinión de que Palmer al menos puede dar un año más, sino dos, de garantías. Voy a decir algo que probablemente sea impopular, pero para mí, quarterbacks como Eli Manning o Ben Roethlisberger, más respetados por sus trayectorias y triunfos, me demostraron el año pasado que están un punto por debajo respecto al quarterback de Arizona.

Si nos vamos a la defensa, podemos ver como cumple con un patrón similar en cuanto a la mezcla de algunos jugadores muy veteranos con otros jóvenes de gran talento. De hecho, la gerencia no se ha cansado de sumar experiencia en prácticamente todas las posiciones con el objetivo de impulsar a la defensiva en ese paso que le falta para ser considerada top. Se supone que esta es la parte fuerte del equipo, pero más allá de sus números, los cuales le colocan como la defensa con el tercer rating más eficiente del 2016, me sigue pareciendo sospechosa. Me parece que es más espectacular que eficaz, y que está sostenida en muchas ocasiones por las individualidades. Además han perdido a dos bastiones como eran Calais Campbell y Tony Jefferson cuyos huecos van a ser muy complicados de cubrir.

James Bettcher, coordinador defensivo, sin duda impregnado por los gustos y por la forma de defender que promueve su antecesor Todd Bowles, cuenta en el roster con una gran cantidad de jugadores muy polivalentes, que destacan por su capacidad de actuar en diferentes posiciones y esquemas. Estos híbridos encantan en el staff, y para muestra de ello, el último draft, en el que no han dudado en sumar dos prospectos con estas características.

Budda Baker atrapando una intercepción en su etapa colegial con los Huskies

Las elecciones de Haason Reddick y Budda Baker en primera y segunda ronda fueron bastante brillantes a la par que sorprendentes. Brillantes porque me parecen dos jugadorazos, ambos muy completos y seguramente preparados para aportar desde ya, aunque esto es algo que no creo que suceda dada la tendencia de Arians a guardar a sus rookies y trabajar con ellos progresivamente. Sorprendentes porque estos picks vienen a cubrir posiciones que a priori ya tienen un dueño, y que por ende, han imposibilitado reforzar otras en las que hay cierto vacío.

Reddick tiene por delante en la unidad de linebackers a Deone Bucannon y Karlos Dansby, y Baker da el mismo perfil que uno de los pilares de la defensa, Tyrann Mathieu. Si tuviera que apostar por quién de los dos novatos tendrá más protagonismo, lo haría por el safety, ya que la secundaria está más necesitada de ayuda y puede adaptarse a jugar en otras posiciones como pueden ser el nickel o incluso actuar como un tercer safety incrustado en la caja. Digo tercero porque el segundo y encargado de substituir a Jefferson será otro veterano de mil batallas, Antoine Bethea. En cualquier caso, el problema que tienen en el cornerback que se sitúe al otro lado de Patrick Peterson, estrella de esta defensiva, sigue estando lejos de solucionarse.

Robert Nkemdiche durante un entrenamiento, vía Arizona Cardinals

Si nos centramos en la defensive line, vemos que la salida de Campbell ha dejado el depth chart un poco huérfano. Es aquí donde debe emerger una figura en la que toda la organización tiene sus esperanzas puestas, Robert Nkemdiche. El ex primera ronda llega a su año sophomore con una enrome expectativa después de completar su temporada rookie como mero espectador. Es el hombre que más debe demostrar y aunque va a estar acompañado por una gran presión, tiene la calidad suficiente para convertirse en una pieza importante dentro de la unidad. El otro jugador llamado a hacer funcionar la línea y en especial en acaparar la presión sobre quarterback rival, será Chandler Jones, quien por fin ha conseguido su tan gran contrato.

En definitiva, los Cardinals y Bruce Arians no se dan por vencidos y dan la espalda a las voces que claman que la plantilla es mayor, que está falta de calidad y que no está preparada para grandes cotas. Ellos avocan a que tienen un grupo idóneo para pelear por algo importante, en el que la mezcla entre juventud, experiencia y veteranía es la conjunción que ellos requieren. Lo innegable es que esta puede ser la última bala que le quede a la franquicia en el proyecto que empezó hace cuatro años con la llegada de Palmer y Arians, y por lo tanto el margen de error es mínimo. Por mi parte, yo siempre creeré en el bueno de Bruce hasta que no se demuestre lo contrario y no descartaría que los Cardinals puedan ser una de las sorpresas agradables de la temporada que está a punto de comenzar.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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