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Mi historia comenzó hace 15 años. Al igual que muchos, descubrí los deportes norteamericanos gracias a la TV por cable. Lentamente, por curiosidad y por un genuino deseo de conocer juegos distintos al tradicional fútbol, fui viendo, conociendo y aprendiendo. Básquetbol, Hockey sobre Hielo, Béisbol y luego… Fútbol Americano.

Antes de comenzar a ver partidos y programas relacionados a la NFL en TV, recordaba algunas notas en El Mercurio durante 1999 donde aparecían reseñas de cada fecha más la clasificación y una foto a colores sobre alguno de los partidos (¡Qué distintas eran las temáticas de los diarios deportivos por entonces!). Con esa pequeña noción, fui interiorizandome en este singular universo. El reglamento, la duración de los partidos, cómo funciona la liga, etc. Recuerdo el 2000 como un tiempo de aprendizaje. Cada detalle, cada nueva jugada, era un nuevo y valioso concepto.

Ya en el 2001 (lo considero como el primer año en que empecé a seguir regularmente la NFL) entendía algo más, veía los partidos y casi sin darme cuenta comencé a sentir empatía por un equipo de camiseta verde, casco y fundas amarillas… los Green Bay Packers. En un principio, la razón llevaba nombre y apellido: Brett Favre. El quartberback, el ídolo, el símbolo del equipo en esos años. Con él en la cancha siempre existía la sensación que podía venir lo mejor. Ese carácter, esos pases en forma de rayos y esos festejos desposeídos en cada touchdown.

Favre fue la razón principal, pero eventualmente fui empatizando con todo el equipo y su historia. Los trofeos de épocas anteriores, el legado de Vince Lombardi, el imponente Lambeau Field y el particular hecho de ser un equipo profesional perteneciente a un pueblo con una población inferior a los 200 mil habitantes. Todo eso me llevó a fanatizarme con los Packers, seguir cada campaña (además de toda la liga en general), observar y sentir a esa afición que llena Lambeau Field en cada partido, a pesar de seguir los partidos remotamente por televisión y miles de kilómetros de distancia. Ver como casi todo el equipo está compuesto por jugadores elegidos en el draft y como muchos de ellos juegan y crecen conjuntamente, remando para el mismo lado. Como un auténtico grupo de amigos.

Pude seguir los últimos años de Favre, casi todos ellos a muy buen nivel. El 22 de diciembre de 2003, vi como jugó, ganó y se lució en la cancha de los Oakland Raiders a 24 horas de la muerte de su padre. 300 yardas y 4 touchdowns en una mitad. Las felicitaciones de todo el equipo y la ovación de todo el Coliseum de Oakland. Una noche preciosa tras un fatídico suceso.

Lamentablemente, los Packers hacían correctas campañas en temporada regular pero siempre quedaban cortos en playoffs. 2007 parecía ser distinto. Primero, todo apuntaba que era el último año de Favre. Luego, el #4 batió el récord de pases de touchdown. Y para sorpresa de muchos, Green Bay metía una campaña de 13-3 en la regular para terminar en la Final de Conferencia. Todo parecía servido para llegar a un soñado Super Bowl, pero ese sueño se acabó con la intercepción de Corey Webster que derivó en el gol de campo ganador para los New York Giants, en tiempo extra. Un error, un maldito error acabó siendo la última jugada de Favre en Green Bay.

Favre se retiró, pero tiempo después volvió y terminó su carrera en Minnesota (ese cuento da para una crónica aparte). Con ello, comenzaba un nuevo ciclo. El ciclo de Aaron Rodgers. La reconstrucción parecía lenta, pero en 2009 comenzaron a darse buenos resultados que sirvieron como base para el 2010. Un año inolvidable.

Debido al ascenso que experimentaba Rodgers y todo el joven equipo de Green Bay, muchos colocaron a los Packers como favoritos para ganarlo todo en el ’10. La campaña comenzaba bien, pero llegando a octubre, el récord era 3-3 y poco a poco comenzaron a caer jugadores lesionados. El camino se volvía oscuro, pero el coach Mike McCarthy fue capaz de preparar suplentes y novatos que tuvieran las condiciones necesarias de rendir ante la ausencia de los caídos. Hasta Rodgers se perdió un partido por una conmoción cerebral. En la penúltima semana de la temporada regular, los Packers debían vencer a los Giants para mantenerse con posibilidades de jugar los playoffs. De lo contrario, vacaciones anticipadas.

Partido de mucha presión en aquella tarde de 26 de diciembre. Presión que fue usada como elemento positivo por parte de los Green & Yellow. El coloso de la Avenida Lombardi rugió con los dos tempraneros touchdowns, ambos mediante pases de Rodgers. New York amenazó, pero los Pack-Pack-Pack (como diría Chris Berman) se levantaron, dominaron, ganaron y dieron espectáculo. 45-17. No lo sentí como un simple triunfo, era una verdadera sensación de orgullo al ver a todo el equipo dando su máximo esfuerzo. Corriendo, lanzando, bloqueando, tackleando, anotando. El ímpetu que necesitaba el equipo, ese que lo llevó una semana después a ganar 10-3 a los Chicago Bears y con ello, asegurar el paso a la postemporada.

Sextos clasificados. Para llegar al Super Bowl XLV, Green Bay debía pasar todas las rondas jugando de visita. ¿Complicado? Quizás. ¿Imposible? ¡De ninguna manera!

Los Packers pasaron la ronda de Wild Card venciendo a los Eagles (terceros sembrados) en Philadelphia. Rodgers ganaba su primer juego de playoffs y repartió el balón para todos. Basta con decir que sus pases anotadores fueron con Tom Crabtree y Brandon Jackson. En el último minuto, los Eagles amenazaron, pero el instinto de Trammon Williams fue tan grande que interceptó el envío de Michael Vick en la misma zona de anotación. ¡Juro que por un momento quedé sin respiración!

Así pasó el primer obstáculo rumbo al título. El siguiente lucía aún más complejo: una visita a los Falcons (primeros clasificados) en Atlanta, con quienes ya habían perdido en la etapa regular. El juego era parejo en la primera mitad. 14-14, hasta que el talento y los huevos rompieron el duelo a favor de los Packers. Una espectacular atrapada de Jordy Nelson (tercer receptor del equipo, detrás de Greg Jennings y Donald Driver) puso el marcador 21-14 y en la última jugada antes del intermedio, Williams (¡Otra vez!) interceptó un pase de Matt Ryan, prendió las turbinas y corrió 70 yardas hasta el endzone. Locura total en Georgia Dome. Los Packers dominaban, los fans locales no entendían nada, Joe Buck le puso emoción a su relato (!) y así, otro desafío más era superado.

El siguiente paso era tan exigente como motivante: Final de Conferencia frente a los Chicago Bears, en Soldier Field. Para llegar al último partido, había que vencer al archirrival y en su casa. Precioso escenario. Y precioso fue el comienzo de Green Bay. Las corridas de Rodgers y el novato James Starks pusieron el score 14-0. Pero el juego se complicó en la segunda mitad, a pesar que Chicago jugaba sin quarterback (?). Los Bears llegaron a ponerse siete puntos abajo, pero otra acción defensiva dio la estocada final. B.J. Raji interceptó un pase de Caleb Hanie y con sus 153 kilos de peso lo llevó hasta el touchdown. Tembló Chicago y terminó de caerse con la intercepción de Sam Shields en el minuto final. 21-14. Campeones de Conferencia y para ser los mejores queda sólo el último paso: contra los Pittsburgh Steelers, en el Cowboys Stadium.

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Superbowl XLV

El 6 de febrero de 2011 fue un día inolvidable, quizás el mejor en mis 15 años siguiendo la NFL. Los Packers en un Super Bowl. Una experiencia inédita y asombrosa. El comienzo fue mejor de lo esperado: 14-0 en el primer cuarto. Primero, pase de Rodgers a Nelson y luego, un pick-six cortesía de Nick Collins. Éxtasis absoluto, el cual siguió con el envío de Rodgers a Jennings para el 21-3. Pero antes del intermedio, y siguiendo una constante de ese año, cayeron dos lesiones y de las graves. Driver y Charles Woodson, el capitán de la defensa, debieron abandonar el juego. Green Bay debía asegurar el trofeo Lombardi sin dos de los referentes.

Los Steelers acecharon toda la segunda mitad, llegaron a ponerse dos puntos abajo. Pero los Packers mostraron todo el oficio: fumble forzado por Clay Matthews, el cual fue capitalizado por otra combinación entre Rodgers y Jennings en el último cuarto. En los minutos finales, la defensiva fue capaz de aguantar el último intento de Ben Roethlisberger y compañía, y así se sellaba el triunfo… ¡y un sueño se cumplía!

Un camino extraño, con varios sucesos accidentales entre medio, pero donde nunca se perdió la esperanza. Como bien dijo Trent Dilfer: “Best Sixth Seed Ever”. Los Packers respondieron al favoritismo de comienzos de temporada, pero tomando el camino más difícil. Desplumando águilas, aplastando halcones, silenciando osos y finalmente, derribando una cortina de acero en Texas. Todo a domicilio y ante teleaudencia mundial.

Ganen o pierdan, el sentimiento siempre es de orgullo. El orgullo de seguir los pasos de un equipo que juega literalmente así. Como equipo. Siempre juntos, siempre Packers.

Por Miguel Meléndez

@journalistmike

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