“Juegan en una división asequible, han tenido un calendario muy sencillo, no se han enfrentado a ningún quarterback de calidad, bla, bla, bla…”, llevo escuchando este tipo de cosas toda la temporada, y de verdad, lo respeto, cada uno es libre de pensar lo que quiera, quien no se contenta es porque no quiere. Pero la única verdad es que New England Patriots va a jugar su tercer Superbowl en seis años, su sétimo en quince, desde que Bill Belichick y Tom Brady se encontraron.

Ahora dirán también que Le’Veon Bell, la mayor arma ofensiva esta temporada de los Steelers, se lesionó en los primeros compases del partido. Vale, compro este argumento, entre comillas claro está. Ahora bien, respóndanme a la siguiente pregunta, ¿cómo les iba a ayudar Bell a no encajar los 36 puntos que le endosaron a su equipo? En definitiva, cuando no es una cosa es otra, pero el resultado al final siempre es el mismo, los Patriots ganan.

Y lo llevan haciendo desde hace tanto tiempo, que están nublando nuestras mentes, y nos están haciendo pensar que es algo cotidiano, algo normal. Ay amigos, cuando en el deporte, en cualquiera, no solo en el football, algún jugador o equipo hace parecer fácil lo difícil, es que estamos ante algo sublime, algo que nos hace ser unos privilegiados por el simple hecho de estar viviéndolo.

Los Patriots hacen que la travesía hasta el Superbowl parezca un camino de rosas. A mí, lo único que se me ocurre decir cuando en pienso en ello es, “wow, estos tíos son máquinas”. Y seguramente sea así, porque sus partidos pueden incluso llegar a parecer aburridos, mecanizados, monótonos, cada uno de ellos una copia del anterior, pero con algún matiz diferente. Nos hacen sentir dentro de un deja vu, pensando para nuestro interior, “esta historia ya la he vivido”.

Este domingo pasaron por encima de unos Steelers en los que pronto se atisbó que poco o nada iban a poder hacer ante la avalancha que se les venía encima. El castillo de naipes se empezó a derrumbar muy pronto, con la citada lesión de Bell, del cual yo reclamé en la previa que se me antojaba necesaria una actuación de matrícula de honor para que pudieran competir. Era evidente que el plan de Belichick sería darle a Ben Roethlisberger la responsabilidad de ganar para su equipo, por lo que la salida del running back facilitó enormemente el planteamiento.

Brady y Belichick recogiendo su séptimo título de la AFC, vía patriots.com

Este contratiempo creó tal desconcierto en la banda de Pittsburgh que cuando quisieron reaccionar, New England ya había tomada esa mínima distancia en el marcador que, aunque mínima, ellos hacen parecer que sea infinita. Mike Tomlin y su esbirro Todd Haley (el Dom Capers del ataque), se dieron cuenta por un momento que el backup de Bell era DeAngelo Williams, un suplente que en la mayoría de equipos de la NFL sería titular.

Tras el 0-10 inicial para los locales, los de la ciudad del acero completaron una serie magnífica que apuntillaron con un touchdown por tierra de Williams, sin embargo, en los dos siguientes drives, uno defensivo y otro ofensivo, recibirían un par de golpes que serían prácticamente letales, a punto del KO. Un directo y un gancho con el que quedaron acorralados contra las cuerdas, y que solo el descansó evitó que cayeran a la lona.

En la primera de esas series llegó el highlight del encuentro, la extravagancia, la genialidad. Tom Brady completó un pase en un flea flicker perfecto. Toda la defensa de Steelers cayó en el engaño, y el quarterback soltó una parábola perfecta para que el despreciado por los Bills, Chris Hogan, recibiera el pase a placer entrando en la endzone. Josh McDaniels, do your job.

En la siguiente, llegó el momento sobrio, escueto, frugal de toda la noche. Los defensores de Patriots, rememorando viejos tiempos, apretaron los dientes y se embadurnaron la cara con barro para completar una goal line stand de manual. Desde su propia yarda uno detuvieron dos carreras para pérdida de yardaje, y completaron la actuación con una cobertura perfecta en tercer down. Matt Patricia, do your job.

Con esto se fueron a los vestuarios y con esto se terminó el partido. A la vuelta, 17 puntos de los Patriots sin contestación de unos Steelers que deambulaban por el Gillette Stadium sin pena ni gloria, para jolgorio de las más de 65.000 gargantas que esta vez sí se hicieron oír. Un último cuarto que sobró y 17-3 en playoffs jugando en Foxboro con la dupla Brady-Belichick, do your job.

Una nueva temporada para enmarcar de la mayor dinastía de todos los tiempos en la NFL. Ahora les queda lo más difícil, rematar contra unos Atlanta Falcons cuyo ataque da miedo, y que nadie ha sido capaz de anular. ¿Serán los Patriots los que lo hagan? Parece complicado, pero si hay alguien que puede, seguro que son ellos. En dos semanas los Patriots volverán a luchar por un nuevo anillo, el que puede suponer que Belichick y Brady se conviertan en el entrenador y quarterback más laureados. Historia viva.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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