Este domingo se presentaba al mundo el nuevo y futurista estadio de los Atlanta Falcons, el Mercedes-Benz Stadium, y lo hacía a través del que era a priori el partido de la jornada, la reedición de la última final de conferencia entre los locales y Green Bay Packers. Pues bien, este desafío arquitectónico no pudo tener mejor estreno ya que Atlanta, al igual que ocurriera en el mencionado Championship Game de 2016, barrió del mapa a su rival desde los primeros compases del encuentro.

Los de Georgia llegaban con algún que otro interrogante después de su enfrentamiento inicial ante los Bears, donde estuvieron a punto de perder, mostrando sobretodo un ataque que se pareció muy poco a aquel que abrumó a finales del año pasado. Estos interrogantes se borraron de golpe y plumazo gracias a la débil defensa de unos Packers que no hizo más que encajar yardas como si no hubiera un mañana. La ofensiva comandada por Matt Ryan nos hizo vivir un deja vu durante la primera mitad. Algunos pensamos que habíamos vuelto al pasado mes de enero, ya que al igual que ocurriera en aquel domingo aciago para los seguidores queseros, los Falcons avanzaban con una facilidad pasmosa en la mayoría de los drives.

Matt Ryan durante una acción del partido, vía KL FM

Y es que este encuentro nos ha servido para borrar de nuestras mentes el espejismo con el que nos intentó embaucar la defensa de Packers en la week 1, siendo incapaz de minimizar el daño que hacía Devonta Freeman por tierra y otro tanto de lo mismo con Julio Jones por aire. Estos dos jugones se bastaron y se sobraron para hacernos volver a la realidad y confirmar que esta defensa es muy normalita, siendo generosos. Y no me vale como excusa que Mike Daniels, su mejor jugador, tuviera que abandonar el terreno de juego a las primeras de cambio por problemas físicos. Los Falcons mostraron las costuras de una defensa cogida con pinzas, que cuenta con buenos jugadores pero que no tiene la talla suficiente para hacer frente a un buen ataque.

Atlanta no necesitó tirar de repertorio para ir sumando puntos al marcador, la fórmula fue muy clara: intercambiar acarreos que les daban alrededor de cinco yardas con jugadas de play action. Que los inside linebackers de los Packers son malos lo saben hasta en el rincón más recóndito de la galaxia, y el invento de Don Dom Capers de colocar a Morgan Burnett en esta posición no hace nada más que confirmarlo. Lo que llama la atención es el hecho de que a pesar de que te estén cosiendo una y otra vez de una forma determinada no seas capaz de poner remedio y ajustar para darle la vuelta a la situación. Gracias Capers por tantas tardes y noches de gloria. Lo siento per me ha salido el quesero que llevo dentro.

Visto lo que iba a deparar este enfrentamiento entre ataque de unos y defensa de otros, los Packers no podían hacer otra cosa que no fuera encomendarse al gran Aaron Rodgers, algo que ya es costumbre en el equipo de Wisconsin. El problema era que la tarde ya se presentaba complicada desde el principio con las bajas de los dos tackles titulares, Bryan Bulaga y David Bakhtiari. A esto se sumó la lesión de Jordy Nelson durante el primer drive, lo que provocó que los nubarrones que se apostaban sobre la ofensiva se tornaran en tormenta.

Rodgers sufriendo un sack, vía USA Today

La agresiva y veloz defensiva de los Falcons se aprovechó perfectamente de estas circunstancias. El front seven maniató a Rodgers desde los edges y la secundaria evitó cualquier amenaza profunda que se pudiera presentar. Provocaron que el mejor quarterback de la liga viviera uno de esos partidos en los que su cara lo dice todo, frustrado con el mundo e incapaz de mantener la calma, viviendo constantemente en ese estado de ahora o nunca en el que parece terrenal. Muestra de ello fueron algunos de sus pases poco antes de llegar al descanso, los cuales de manera incomprensible no se acercaban a su objetivo ni por asomo.

De hecho, para mí la última serie de Green Bay antes del descanso fue la clave de que la victoria se decantara para el lado de Atlanta. Los Packers estaban “solo” diez puntos abajo y con menos de un minuto por jugarse debían empezar el drive desde su propia yarda cinco. Con tres tiempos muertos y teniendo en cuenta que empezarían atacando en el tercer cuarto, pasaron de las medias tintas y decidieron ser muy agresivos cuando peor estaban jugando. La consecuencia, una intercepción que dejó una posición perfecta a su rival para que anotara otro touchdown. 7-24 y a los vestidores.

Cualquier amago de remontada se disipó nada más comenzar la segunda mitad. En la segunda jugada ofensiva de los visitantes Rodgers fue colapsado en un pocket que nunca existió, no protegió bien el ovoide y sufrió su sack más fumble que fue retornado por la defensa de Falcons hasta la endzone para jolgorio de los más de 70.000 espectadores que abarrotaban su nuevo hogar. Partido finiquitado.

El resultado final de 23-34 es muy engañoso, ya que los pupilos de Dan Quinn aceptaron encajar puntos tras posesiones largas en las que el tiempo se consumía, pero la sensación era que en cuanto apretaran un poco se volverían a ir en el marcador. La superioridad local fue muy aplastante, demostrando que aún están varios pasos por delante de unos “viejos” Packers que no evolucionan nada de un año a otro. Para colmo, me parece incomprensible que el caduco staff dejara a Rodgers sobre el emparrillado hasta el último drive cuando estaba recibiendo una soberana paliza. Si en alguno de esos golpes se hubiera lesionado no tendríamos ni donde escondernos para no oír los llantos que saldrían desde Green Bay. Los viejos fantasmas vuelven a aparecer en la histórica franquicia.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

About Author

Comments

comments