Cinco meses atrás era aprobado el traslado de Raiders desde la ciudad del norte de California hasta Las Vegas, en un movimiento que empezó a gestarse meses atrás y que más pronto que tarde estaba condenado a producirse. Sin embargo, el viaje hasta la ciudad que nunca duerme no se producirá hasta 2019 y hasta entonces, los ciudadanos de Oakland no cesarán en el apoyo incondicional que le han brindado a la franquicia en los más de cuarenta años repartidos en dos etapas en los que han ejercido como un anfitrión único y envidiable.

La buena noticia en este adiós que ya ha comenzado es que los Raiders se encuentran en su mejor momento de los últimos quince años, con aspiraciones reales de hacer algo importante y con la intención de regalar a los ruidosos y pintorescos fans que abarrotan cada año de septiembre a octubre el Black Hole la mejor de las despedidas posibles, el Vince Lombardi Trophy.

Desde la temporada 2003, en la que se dieron un batacazo de dimensiones imaginables (4-12) después de perder la Superbowl anterior, los Raiders no partían como favoritos para llegar a disputar el gran partido de febrero. El hype con los de negro y plata está completamente disparado y la gran mayoría de público lo ve como el único rival de entidad que le podrá disputar a los Patriots su hegemonía en la Conferencia Americana. Yo discrepo bastante en esta afirmación y prefiero mantenerme prudente y no vender la piel del oso antes de cazarlo.

Jack del Río junto con su equipo, vía upi.com

Los motivos de las dudas que me genera el equipo son dos: la defensa y el head coach, Jack del Rio. Muchos me diréis que del Rio ha sido el entrenador que ha devuelto a Oakland a playoffs después de trece años de sequía, cierto, pero debemos mirar más allá y tratar de analizar cómo se produjo su pase a postemporada. Hay una figura que se alza sideralmente por encima del resto y que ha sido la verdadera culpable del “éxito” conseguido en 2016, obviamente me refiero a Derek Carr. Si no fuera por esta estrella emergente la campaña de los Raiders hubiera sido muy diferente como se demostró al final.

No me creo a del Río desde hace tiempo y no voy a cambiar mi opinión sobre él por una sola temporada, en la se comprobó que su equipo se derrumbó como un castillo de naipes en el momento que Carr se lesionó, sin capacidad de encontrar un plan B dado que todo giraba en torno al joven jugador. Y no voy a negar que la posición de quarterback es la más relevante en el fútbol americano, pero la incapacidad para poder generar algo de buen football, tanto en defensa como en ataque, no me permite nada más que reafirmarme en mi idea de que del Río es un mal entrenador.

La sensación que me transmiten los Raiders es que nuevamente estarán en manos de un Carr ya recuperado y que mientras él este sano podrán pelear con los mejores. El ex de Fresno State no para de mejorar desde que fuera drafteado en 2014 y es imposible no emocionarse ante la idea de ver alcanzarle la élite de la posición. Da la impresión de que su techo cada día está más alto y ya sabemos todos que cuando cuentas con un mariscal de tales dimensiones lo mínimo a lo que aspiras es a entrar año tras año en postemporada (ganar el anillo es otra historia).

Todd Downing trabajando con sus quarterbacks, vía Cover 32

Carr derrocha talento a raudales, pero es necesario nombrar a una persona desconocida para el público en general pero que ha sido esencial en su crecimiento, y que el propio jugador, en palabras suyas, le ha descrito como su hermano mayor. Se trata de Todd Downing, hasta ahora entrenador de quarterbacks y cuyo buen hacer le ha permitido ascender en 2017 hasta el puesto de coordinador ofensivo.

Carr y Downing tienen la fortuna de contar con un gran grupo en todas las unidades de ataque, entre las cuales yo me quedo con la línea ofensiva. La OL de Raiders se encuentra entre las mejores de la competición y es un puro espectáculo tanto en protección de pase como apoyando el juego de carrera. No obstante, a día de hoy tiene un pequeño problema, y es que el left tackle titular, Donald Penn, ha decidido dejar de entrenar hasta que no se revise su contrato por parte de la gerencia, quedando su puesto proyectado para Marshall Newhouse, un auténtico horror de tackle ofensivo. Lo bueno es que el centro está genialmente cubierto por Kelechi Osemele (LG), Rodeney Hudson (Center) y Gabe Jackson (RG), un trío de miles y miles de quilates.

El cuerpo de receptores cuenta con una pareja de lujo formada por Amari Cooper y Michael Crabtree. El entendimiento de Carr con ambos es excelente y la compenetración que tienen entre ellos es ejemplar. Detrás de ellos hay cierta ausencia de calidad, ya que ni Seth Roberts ni el recién llegado Cordarrelle Patterson generan la confianza suficiente, lo cual se suple con otra pareja, en este caso de tight ends, más preocupada de recibir que de bloquear como son Jared Cook y Clive Walford.

Lynch en el estreno con su nuevo equipo, vía Las Vegas Review

En el backfield aparece la mayor atracción de toda la offseason y otra de las razones de la creciente admiración por el aun conjunto californiano. No es otra que la llegada de Marshawn Lynch, al que los Raiders han sacado de su retiro para que sea el abanderado de la franquicia durante estas dos temporadas que le queda en Oakland, ciudad que le venera y que está rendida a sus pies. Yo no voy a esconder mi admiración por este corredor, el cual me enamoró hace años, por lo que estoy encantado que haya decidido volver a la práctica del football. No obstante, y a pesar de contar delante con un excelsa línea ofensiva como ya hemos indicado, el haber estado apartado del deporte más de año y medio genera cierta incertidumbre. Si Lynch se acerca a la gran versión que conocemos de él, el ataque de Raiders será imparable. Si por el contrario no da la talla, tienen una segunda opción con Jalen Richard, running back de segundo año y que dejó grandes destellos en su temporada rookie.

Como escribí al principio, la defensa deja un mar de dudas inmenso, en el que más allá del Mejor Jugador Defensivo de la pasada campaña, Khalil Mack, hay poco que rascar. Nuevamente Mack tendrá que echarse a los suyos a la espalda y encomendarse a todo el santoral para que sus compañeros por lo menos vuelvan a ser capaces de provocar un gran número de turnovers, lo único que le salvo a esta defensiva en 2016 de ser catalogada como mediocre.

Irvin y Mack durante un entrenamiento, vía Bleacher Report

El front seven es de los peores de la liga y solo un inconsistente Bruce Irvin acompaña de vez en cuando el buen hacer de Mack. El pass rusher solo existe gracias a la habilidad del defensive end y de la capacidad para atacar mediante el blitz de Irvin, y el cierre de puertas contra la carrera rival también es una tarea pendiente. Sí que veo una posible y ligera mejoría en este aspecto gracias a la llegada vía draft de Eddie Vanderdoes, aunque no deja de ser un rookie de tercera ronda y su impacto podría no verse de inmediato.

De la línea de linebackers es casi mejor ni hablar y es incomprensible que no hayan buscado refuerzos en la última agencia libre. Marquel Lee, otro novato, y Cory James tratarán por lo menos de acompañar a los de adelante, pero todos los movimientos hacen indicar que los dos strong safeties elegidos en los dos últimos drafts jugarán dentro de la caja en la mayoría de los snaps. Karl Joseph (2016) y Obi Melifonwu (2017) actuarán como híbridos en una defensa que a buen seguro jugará con una secundaria de hasta cinco y seis jugadores.

Secundaria que tendrá como safety profundo al veterano Reggie Nelson, un buen jugador cuyo prime ya ha pasado. La mejor de las noticias está en la unidad de cornerbacks, donde el rookie Gareon Conley tendrá mucho que decir. Un genial esquinero que por una presunta acusación de la que ya fue absuelto cayó en el pasado draft hasta el pick de Raiders. Estará acompañado por Amerson y Smith, dos agujeros negros que ya la temporada pasada ayudaron a que esta defensa fuera la peor defendiendo el juego aéreo.

En resumen, los Raiders tienen un ataque que pinta a élite, dirigido por un quarterback excepcional que puede destruir casi cualquier defensa que tenga enfrente. Pero en su contra cuentan con una defensa que se podría encuadrar a priori en lo más bajo de la liga y un entrenador que aún debe demostrar mucho. Ambos me parecen obstáculos suficientes como para pensar que a pesar de que la franquicia va por el buen camino aún no le ha llegado su momento, a no ser que Carr y Mack se empeñen en demostrar lo contrario.

Por Stéfano Prieto

@Stefano_USA

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